Expresión artística
que se configura a partir del siglo VI
fuertemente
enraizada en el mundo helenístico como
continuador del arte paleocristiano oriental. En sus
primeros
momentos se consideró como el conservador natural en los
países del
Mediterráneo oriental del Imperio Romano, siendo
transmisor de formas artísticas que influyen poderosamente
en
la cultura occidental medieval.
Desde comienzos
del siglo V se va creando un lenguaje formal
artístico propio
y diferenciado del que se mantiene en el
Imperio de Occidente. Más tarde, en la época de Justiniano
(527-565)
se inicia la primera etapa
específicamente
bizantina: es la Primera Edad de Oro que comprende
los siglos
VI y VII,
es la etapa de formación del arte bizantino en sus
aspectos formales básicos.
Después del
período de la lucha de los iconoclastas, aunque
pobre en
monumentos, comienza, en torno al año 850, el arte
bizantino medio
o Segunda Edad de Oro que perdura hasta
el
año 1204, cuando Constantinopla es conquistada por los
cruzados; en esta época esencialmente se consolidan los
aspectos formales
y espirituales del arte bizantino; es la
verdadera
etapa creadora y definidora de la estética
bizantina.
Después
del dominio latino, con la
dinastía de los
Paleólogos, se da paso a la Tercera Edad de Oro que
se centra
en el
siglo XIV y que finaliza con la toma de Constantinopla
en el año 1453. Después, el arte bizantino florece
en los
países eslavos, Rusia y sureste de Europa, transmitiéndose
hasta nuestros días a través del Monte Athos.
1.-Arquitectura Bizantina
En la
Primera Edad de Oro, época de Justiniano, siglo IV, se
realizan las
más grandiosas obras arquitectónicas que ponen
de manifiesto
los caracteres técnicos y materiales, así como
el sentido
constructivo que caracteriza el arte bizantino de
este período.
Del mundo romano y paleocristiano oriental mantuvo varios
elementos tales como materiales (ladrillo y piedra para
revestimientos exteriores e interiores de mosaico),
arquerías
de medio punto, columna clásica como soporte, etc. pero
también aportaron nuevos rasgos entre los que destaca la
nueva concepción dinámica de los elementos y un novedoso
sentido espacial y, sobre todo, su aportación más importante,
el empleo sistemático de la cubierta abovedada, especialmente
la cúpula
sobre pechinas, es decir, triángulos esféricos en
los ángulos que facilitan el paso de la planta cuadrada
a la
circular de la cúpula. Estas bóvedas semiesféricas se
construían mediante hiladas concéntricas de ladrillo,
a modo
de coronas
de radio decreciente reforzadas exteriormente con
mortero, y eran concebidas como una imagen simbólica del
cosmos divino.
Otra aportación
de gran transcendencia fue la decoración de
capiteles, de los que hubo varios tipos; así, el de tipo
teodosiano es una herencia romana empleado durante el siglo
IV como evolución del corintio y tallado a trépano,
semejando
a avisperos; otra variedad fue el capitel cúbico de caras
planas decorado con relieves a dos planos. En uno y
otro caso
era obligado
la colocación sobre ellos de un cimacio o pieza
troncopiramidal
decorada con diversos motivos y símbolos
cristianos.
En la
tipología de los templos, según la planta, abundan los
de planta centralizada, sin duda concordante
con la
importancia que se concede a la cúpula, pero no
son
inferiores en número las iglesias de planta basilical y las
cruciformes con los tramos iguales (planta de cruz
griega).
En casi
todos los casos es frecuente que los templos, además
del cuerpo de nave principal, posea un atrio o narthex,
de
origen
paleocristiano,y el
presbiterio precedido
de
iconostasio, llamada así porque sobre este cerramiento
calado
se colocaban los iconos pintados.
La primera obra bizantina, del primer tercio del siglo
VI, es
la iglesia de los Santos Sergio y Baco,en Constantinopla
(527-
536), edificio de planta central cuadrada con octógono
en el
centro cubierto
mediante cúpula gallonada sobre ocho pilares
y nave en su entorno. A este mismo momento de la primera
mitad del siglo V, corresponde la iglesia rectangular
con dos
cúpulas de la Santa
Paz o de Santa Irene, también en
Constantinopla.
La obra cumbre de la arquitectura
bizantina es la Iglesia de Santa
Sofía, iglesia de la Divina Sabiduría, dedicada a la Segunda Persona
de la Santísima Trinidad, construida por los arquitectos Antemio de Tralles e Isidoro de Mileto, entre los años 532 y 537, siguiendo las
órdenes directas del emperador Justiniano.
También fue importante la desaparecida iglesia de los Santos
Apóstoles
de Constantinopla, proyectada como mausoleo
imperial e inspirada en la iglesia de San Juan de Éfeso,
ofrecía un
modelo de planta de cruz griega con cinco cúpulas
ampliamente imitada
en todo el mundo bizantino, por ejemplo
en la famosa iglesia bizantina de San Marcos de Venecia,
obra
del siglo XI.
No fue Constantinopla el único foco importante en esta
primera Edad de Oro de Bizancio, es menester recordar el
núcleo de Rávena, el exarcado occidental situado
en el
nordeste de la península italiana, en las riberas del mar
Adriático,junto a Venecia.
Las iglesias
bizantinas de Rávena presentan dos modelos: uno
de clara
inspiración constantinopolitana relacionada con la
iglesia de los Santos Sergio y Baco, la de iglesia de San
Vital en Rávena (538-547), en la que, igualmente que su
modelo, es de planta octogonal con nave circundante
entre los
elevados pilares
y con una prolongación semicircular en
la
cabecera, delante
del ábside del presbiterio; en los pies
tiene un
amplio atrio con torres laterales. En esta iglesia
de San Vital están ya prefigurados los rasgos más
característicos de la estilística en la arquitectura
medieval
de Occidente, sobre todo en los que se refiere al sentido
vertical
de la construcción en detrimento de la
horizontalidad precedente. Las otras iglesias bizantinas de
Rávena tienen influencia paleocristiana por su estructura
basilical con cubierta plana. Son la iglesia de San Apolinar
in Classe y la iglesia de San Apolinar Nuevo, ambas de la
primera mitad del siglo V y con destacados mosaicos.
En la Segunda Edad de Oro predominan las iglesias de planta
de cruz griega con cubierta de cúpulas realzadas sobre
tambor
y con una prominente cornisa ondulada en la
base exterior.
Este tipo nuevo de
iglesia se plasma en la desaparecida
iglesia de Nea de
Constantinopla (881), construida por
Basilio I. A este mismo esquema compositivo corresponde
la
catedral de Atenas, la iglesia del monasterio de Daphni, que
usa trompas
en lugar de pechinas, y los conjuntos monásticos
del Monte Athos en Grecia.
En Italia destaca la anteriormente citada basílica de San
Marcos de Venecia, del año 1063, planta de cruz griega
inscrita en un rectángulo y cubierta con cinco cúpulas sobre
tambor, una sobre el crucero y cuatro en los brazos de la
cruz, asemejándose en su estructura a la desaparecida
iglesia
de los Santos Apóstoles de Constantinopla. En esta
Segunda
Edad de
Oro el arte bizantino se extendió a la zona rusa de
Armenia, en Kiew se construye la iglesia de Santa Sofía
en el
año 1017, siguiendo fielmente los influjos de la arquitectura
de Constantinopla
se estructuró en forma basilical de cinco
naves terminadas en ábsides, en Novgorod se levantan las
iglesias de San Jorge y de Santa Sofía, ambas de planta
central.
Durante la Tercera Edad de Oro, entre los siglos XIII
y XV el
arte bizantino se sigue extendiendo por Europa y Rusia,
predominando
las plantas de iglesias cubiertas mediante
cúpulas abulbadas sobre tambores circulares o poligonales. A
esta etapa corresponden en Grecia la iglesia de los Santos
Apóstoles de
Salónica, del siglo XIV, la iglesia de Mistra,
en el Peloponeso, y algunos monasterios del Monte Athos.
Así mismo se multiplican los templos bizantinos por los
valles del Danubio, por Rumania y Bulgaria, llegando hasta
las tierras rusas de Moscú donde destaca la iglesia de la
Asunción del Kremlin, en la Plaza Roja de Moscú, realizada
en
tiempos de Iván el Terrible (1555-1560), cuyas cinco
cúpulas,
la más alta y esbelta en el crucero y otras cuatro situadas
en los ángulos que forman los brazos de la cruz, resaltan
por
su coloración, por los
elevados tambores y por su
característicos perfiles bulbosos.
2.-Artes figurativas
La pintura y los mosaicos bizantinos, más que su escultura,
han tenido una singular importancia en la historia de las
formas de representación plástica, por cuanto que han
servido
de puente
a los modelos cristianos orientales hacia Europa,
así como a la transmisión de las formas clásicas cuando
en
Occidente había
desaparecido por la acción de los pueblos
bárbaros, y
por último, el arte bizantino ha sido la fuente
principal en la fijación de la iconografía occidental.
2.1.-Escultura bizantina
La plástica
escultórica bizantina supuso la culminación del
arte paleocristiano,
manteniendo sus técnicas y su estética
de progresivo alejamiento de las cualidades clásicas: la
mayor rigidez, la repetición de modelos estereotipados, la
preferencia del bajorrelieve a las obras de bulto redondo y
el uso de materiales ricos (marfil) que proporcionan
pequeñas
piezas, son los caracteres más destacados de la estatuaria
bizantina de la primera etapa.
Tras la
sistemática destrucción del período iconoclasta hay
una vuelta al culto de las imágenes, pero para no caer
en la
idolatría y por influjo de las nuevas corrientes islámicas
desaparece la figura humana en la estatuaria exenta.
Las obras
más destacadas son las labores ornamentales de los
capiteles con motivos vegetales y animales afrontados como
son los
de San Vital de Rávena o los sarcófagos de la misma
ciudad en los que se representan los temas del Buen
Pastor.
Pero las
obras capitales de la escultura bizantina son
las
pequeñas obras, dípticos y cajas, talladas en marfil,
destacando el díptico Barberini, Museo del Louvre,
del siglo
V, o la célebre Cátedra del obispo Maximiano, en Rávena,
tallada hacia el año 533 sobre placas de marfil con
minuciosa
trabajo.
2.2.Mosaico y pintura bizantinos
El gusto
por la riqueza y la suntuosidad ornamental del arte
bizantino, eminentemente
áulico, exigía el revestimiento de
los muros
de sus templos con mosaicos, no sólo para ocultar
la pobreza de los materiales usados, sino también como un
medio para
expresar la religiosidad y el carácter semidivino
del poder imperial (cesaropapismo).
De la Primera Edad de Oro destacan el conjunto más
importante
es el
de Rávena, que enlaza con los mosaicos paleocristianos
del siglo V: en las iglesias de San Apolinar Nuevo y San
Apolinar in
Clase se cubre sus muros superiores con mosaicos
que representan, en la
primera un cortejo procesional,
encabezado por los Reyes Magos, hacia la Theotokos
o Madre de
Dios, en la segunda, en el ábside, se muestra una visión
celeste en la que San Apolinar conduce un rebaño.
La obra maestra de del arte musivario, es sin duda alguna,
el conjunto de mosaicos de San Vital de Rávena, compuestos
hacia el año 547, y en los que se representan varios
temas
bíblicos y en los
laterales del ábside los grupos de
Justiniano y de su esposa Teodora con sus respectivo
séquito.
Terminada la
lucha iconoclasta, a mediados del siglo IX
es
cuando verdaderamente se configura la estética bizantina
y su
iconografía.
Surgirá una nueva Edad de Oro, la segunda, que
supondrá el
apogeo de las artes figurativas, irradiando sus
influjos al
arte islámico, por entonces en formación, y
al
naciente arte románico europeo.
Las figuras
acusan una cierta rigidez y monotonía, pero muy
expresivas en su simbolismo, con evidente desprecio del
natural y las leyes espaciales; son alargadas y con un
aspecto de cierta deshumanización.
Los nuevos tipos iconográficos se adaptan simbólicamente,
según un programa prefijado (Hermeneia), a las diferentes
partes
del templo: el Pantocrator (Cristo
en Majestad
bendiciendo)
en la cúpula, el
Tetramorfos (cuatro
evangelistas)
en las pechinas, la Virgen en el ábside,
los
santos y temas evangélicos en los muros de las naves.
Los modelos más repetidos son las figuras de Cristo
con barba
partida y edad madura (modelo siríaco) y de la Virgen
que se
presenta bajo
diversas advocaciones (Kyriotissa o trono del
Señor en
la que sostiene sobre sus piernas la Niño, como si
fuera un trono; Hodighitria, de pie con el Niño sobre el
brazo izquierdo
mientras que con el derecho señala a Jesús
como el camino de salvación - es el modelo desarrollado
en el
gótico -;
la Theotokos, o Madre de Dios, ofrece al Niño una
fruta o una flor;
la Blachernitissa o Platytera con
una
aureola en
el vientre en el que parece el Niño indicando la
maternidad de la Virgen).
Otros temas
muy repetidos son la Déesis o grupo formado por
Cristo con
la Virgen y San Juan Bautista, como intercesores,
y los dedicados a los doce fiestas litúrgicas del año entre
las que destaca la Anastasis o Bajada de Cristo al
Limbo, el
Tránsito de la Virgen, la Visón de Manré, es decir, la
aparición de los tres ángeles a Abrahám, simbolizando la
Trinidad.
Durante la Tercera Edad de Oro el mosaico continuó en uso
hasta el siglo XIII, en esta época se enriquece la
iconografía de los ciclos "marianos", de los santos y
evangélicos, a la vez, que por influjos italianos,
se aprecia
una mayor
libertad compositiva y una evidente manierismo en
las estilizaciones.
Destruidos los mosaicos de Constantinopla quedan como únicas
referencias los de San
Marcos de Venecia, con abundante
empleo del dorado que ejercerán un marcada influencia
en las
obras góticas
de Cimabue, Duccio y otros pintores italianos.
La pintura sustituye al mosaico en esta Tercera Era,
contando
con el precedente de los interesantes conjuntos de iglesias
rupestres de Capadocia, en Asia Menor.
Son importantes los talleres rusos de Novgorod y Moscú,
donde
trabaja Teófanos
el Griego, fresquista y pintor sobre tabla
en el siglo XIV y en la centuria siguiente destacan
como obra
maestra la Virgen de Vladimir (Moscú) y el monje Andrés
Rublev o Rubliov especialmente a través de su icono de la
Trinidad, este icono del siglo XV es considerado como
el más
importante icono
bizantino de la escuela rusa, representa a
la Trinidad
a través de la escena bíblica llamada visión de
Manré, es decir tres ángeles que se aparecen al patriarca
Abrahám. Se
caracteriza por el aire melancólico, de intensa
espiritualidad,
en la que el ángel del centro, con túnica
roja, se
cree que representa a Cristo con un árbol al fondo;
el de la izquierda representa a Dios Padre y el de
la derecha
al Espíritu Santo. La
perspectiva es típica del tipo
bizantino, es decir, inversa, abriéndose las líneas conforme
se alejan de los ojos del espectador.
Algo más
tardía son las escuelas veneciana y cretense donde
destacó Andrea Riccio de Candia, a quien se atribuye la
creación del famosísimo icono de la Virgen del Perpetuo
Socorro.
La pintura de iconos ha seguido manteniéndose durante
toda la
Edad Moderna, tomando como referencia estética los
caracteres
de la pintura bizantina clásica, que se impone a
las
influencias italianas.
Las colecciones
de iconos más completas se encuentran en la
galería Tretiakov de Moscú, en el museo Puskin de Leningrado,
en la catedral de Sofía (Bulgaria) y en el museo de
iconos
"La Casa Grande" de Torrejón de Ardoz (Madrid). En la
catedral de Cuenca se encuentra el díptico de los déspotas
de
Epiro correspondiente a la escuela yugoslava.
Paralelamente se desarrolla la realización de miniaturas
para
los códices
purpúreos, llamados así por el uso de fondos de
púrpura. De la primera época es el Génesis de Viena, del
siglo V, los evangeliarios de Rábula y de Rossano,
ambos del
siglo siguiente.
En las etapas siguientes destacaron los salterios con
abundantes representaciones
en toda la página o en los
márgenes llenas
de sentido narrativo. Destacan el Menologio
de Basilio II (Biblioteca Vaticana) y el tratado de
Cinegética de Oppiano (París).
En las artes suntuarias sobresalieron gracias al ambiente
cortesano bizantino.
Las labores
textiles se inspiraron en los modelos sasánidas
(motivos encerrados
en círculos); en la orfebrería sobresale
el uso
de los esmaltes sobre metales preciosos, siguiendo la
técnica del tabicado o alveolado de origen germánico, en el
que los colores se separan por filamentos de oro. La obra
maestra de la orfebrería es la Pala de Oro, San Marcos de
Venecia o el icono esmaltado de San Miguel del mismo
templo.